y me dijo que eran las estrellas.
Siempre me han parecido tan bonitas
y aún no sabía lo que eran,
ni por qué eran tan bellas.
Las estrellas son bombillas encendidas
colocadas por ángeles, colgadas de un cable fino.
¿Y por qué las dejaron ahí, perdidas
y gastando tanta energía?
Pues para iluminarme a mí y a mi camino.
Mamá me ha dicho que si no sé dónde estoy
que mire al cielo de noche, buscando
una flecha que me guíe; y ahora que la voy
siguiendo, porque por fin la encontré,
¡qué bien que me lo estoy pasando!
La flecha me saca de casa, y me hace caminar.
El otro día me señaló un gatito perdido,
que me llevé a casa y me puse a cuidar.
Hasta que mamá me dijo que la flechita
no existía de verdad, que me había confundido.
Yo no entendía nada. ¿Era todo mentira?
No podía ser, las bombillitas me indicaban
dónde soplaba el viento, dónde el conejo respira
y dónde aparecen las flores más bonitas
que sobre el suelo verde reposaban.
Mi mamá me dejó sin gatito, y lloré
porque odiaba a aquellas luces brillantes.
Dejé de ver nada en ellas, maduré
y entonces comprendí lo que mamá decía
y vi en ellas las bellezas más impresionantes.
Porque entre dos estrellas siempre hay oscuridad,
pero siempre se llega a ver luz clara.
Así que si estoy triste, es que en realidad
estoy alejándome de una estrellita
pero ya otra me ilumina en la cara.
Por eso ahora disfruto mucho mi corta vida
gracias al regalo de los angelitos.
Ahora una bombilla apagada…ahora encendida,
bueno, no importa, siempre hay un camino,
y todos ellos son bonitos…
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