El amor y la locura



Hace mucho, mucho tiempo, existía un país mágico donde vivían todos los sentimientos. Un día, en un bello jardín del país Sentimentalandia, que era así cómo se llamaba este lugar, todos los sentimientos se reunieron para jugar.

Al principio, hubo una gran discusión, porque la Indecisión no se decidía por ningún juego, mientras que la Autoridad pretendía imponer el juego al que ella quería jugar. Pero, claro, la Cabezonería se negó desde el primer momento a aceptar lo que la Autoridad decía.

La Pereza, mientras tanto, se tumbó en el suelo y se quedó dormida, esperando que alguien le avisara cuando hubieran decidido el juego. La Vergüenza tuvo una idea, pero su timidez le impidió contársela a sus amigos, así que se quedó calladita.

Finalmente, la Locura y el Nerviosismo, cansados ya de tanta discusión, se pusieron como locos y propusieron jugar al escondite. Como aquel lugar era mágico, se podían esconder en muchos sitios distintos, y al fin, todos estuvieron de acuerdo.

La Locura decidió quedarla y, de cara a un árbol centenario del jardín, empezó a contar con los ojos cerrados.

Todos los sentimientos corrieron a esconderse. Así, la Pereza se quedó tumbada, tal y como se había quedado antes, y esperó tranquila a que la Locura la encontrara. El Nerviosismo corrió nervioso por varios posibles escondites, hasta que se decidió a trepar por el árbol y refugiarse entre las ramas. El Egoísmo encontró un escondite perfecto, muy amplio y ventilado. La Alegría también quiso esconderse allí, pero todos conocemos cómo es el Egoísmo, que nunca aprende, y quería el escondite sólo para él. Así que la Alegría buscó otro lugar para esconderse, y en su búsqueda se encontró con la Generosidad, que le prestó amablemente un lugar en su escondite.

Poco a poco, todos los sentimientos se fueron escondiendo, menos el Amor, que no lograba encontrar su escondite. Finalmente, siguiendo el consejo del Ingenio, encontró un magnífico rosal y trepó por una de las rosas, con cuidado de no pincharse con las espinas que estas tenían, para refugiarse entre sus pétalos.

La Locura terminó de contar y empezó a buscar a sus amigos los sentimientos. A quién primero encontró fue a la Pereza, que aún estaba allí, tumbada. Después, descubrió al Nerviosismo, que había empezado a moverse nervioso entre las ramas de los árboles. También encontró a la Vergüenza que, cuando fue descubierta por la Locura, se puso colorada y quiso que se la tragara la tierra.

Y, uno a uno, fue encontrando a todos los sentimientos... Menos al Amor.

Por más que lo buscaba y lo buscaba, no había ni rastro de él. Al final, cuando ya la Locura estaba cansada de tanto buscar, la Envidia, celosa por haber sido descubierta antes que el Amor, le chivó a la Locura dónde este se escondía.

La Locura, loca de contenta por conocer el escondite del Amor, corrió hacia los rosales y empezó a mover las rosas de un lado al otro. Lo hizo tan rápido, que al Amor no le dio tiempo de avisar, y dos de las espinas de las rosas se le clavaron en los ojos, haciéndole sangrar y dejándole ciego.

- ¡Ay, ay, ay, para ya! ¡Para ya! - gritó con su vocecita el Amor

Pero ya era demasiado tarde.

La Locura, cuando vio lo que había hecho, se sintió muy mal y lloró tanto, que las rosas casi se ahogan con tanto mar de lágrimas. Sintiéndose muy culpable por lo que había hecho, le propuso al Amor ser su lazarillo, y guiarle siempre a todas partes, ya que este no volvería a ver.

Y así, desde entonces, se dice que el Amor es ciego y va acompañado de la Locura.


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