Las sombras



[Fotografía de Pachakutik]

Carlos estaba cabreadísimo aquella mañana soleada. Durante el espacio de recreo reservado para los niños de Educación Infantil, alguien desconocido había irrumpido en su tranquilo lugar de juego, cambiando completamente el estado de ánimo permanentemente alegre de un niño de cinco años.

De repente, corrió chivato hacia su profesora, mientras le gritaba:

  • - ¡Seño, seño! ¡Dile que se vaya ya, que me está molestando!

  • - ¿A quién? - contestó desconcertada la profesora que, además, se había quedado completamente sorda, con los estruendosos gritos de Carlos.

Este, sorprendido ante la clara ceguera de su profesora, le señaló, con un gesto de enfado, el lugar en el que se encontraba aquel molestoso ser.

La profesora, al observar que el “parásito” de Carlos era su propia sombra, esbozó una sonrisa y comenzó a contarle una historia:

  • - "Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, un hombre oscuro y mudo. Era oscuro porque cuando nació, era tan feo que nadie le quería, y le encerraron en un lugar donde no existía la luz, para que nadie más le viera. Y también era mudo porque, como nadie quería conversar con él, no pudo aprender jamás ningún idioma. Un día, consiguió escapar de aquel lugar oscuro donde estaba encerrado y conoció por primera vez la luz del Sol.

  • Le maravilló tanto aquella luz y los colores que esta desvelaba, que quiso alimentarse de ellos y dejar de ser aquel hombre oscuro que había sido siempre.

  • Pero la luz del Sol, envidiosa porque tenía todos los colores menos ese color tan negro del hombre oscuro, le dijo que nunca jamás le regalaría ninguna porción de color.

  • El hombre oscuro, muy triste por el egoísmo y maldad de la luz del Sol, se puso a llorar. Y de sus lágrimas nacieron, como por arte de magia, un montón de hombrecitos oscuros, que también deseaban, como su padre, colores y luz. Tras tanto pensar y pensar, al hombre oscuro se le ocurrió una idea maravillosa: cada uno seguiría a cualquier animal, objeto o persona que tuviera esos colores fantásticos, e intentarían parecerse a ellos, para así absorver algunos de sus colores. Pero siempre tendrían cuidado de esconderse de la magnífica luz del Sol, porque si los veía, no les dejaría hacerlo.

  • Desde entonces, y sólo cada vez que la luz del Sol nos alumbra, un pequeño (o grande) hombre oscuro, nos persigue y se intenta parecer a nosotros, para así conseguir un poco de color. Con el paso del tiempo, los humanos nos hemos acostumbrado a llevarlos siempre que hace Sol escondidos tras la luz de éste, y les hemos bautizado con el nombre de sombras".


Carlos se quedó maravillado ante la historia, y comprendió que no podía odiar a aquel hombrecillo oscuro que le perseguía. Al fin y al cabo, sólo intentaba parecerse a él y tener algo más de color.

Rápidamente, corrió a contarles la historia a sus amigos, para que nunca jamás volvieran a odiar a ninguna sombra, y para idear un plan en el que pudieran regalar un poco de color a esos hombrecillos oscuros.



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